Gabriela Trejo Sánchez
Imágenes tomadas de Google

Para los que son team calor, la llegada de la primavera es lo mejor que les puede pasar en el año. Mucho sol, bebidas frías, short y, si se puede, playita, arena y mucho mar. Atardeceres de ensueño, felicidad y renovación. Las personas son felices y la naturaleza también tiene lo suyo. Todo se vuelve verde o colorido, descubrimos que la mata de hojas medio secas, en realidad puede darnos flores rosas o amarillas. Los pájaros cantan muy temprano y los animales buscan pareja, despiertan del largo invierno para retomar sus actividades favoritas. La primavera se convierte en el momento ideal para que nuestros sueños se cumplan y esa personalidad que llevamos en el fondo del bolsillo aparezca a los ojos de los otros, los que nos miran y, seguramente, critican.

Si bien esta es una primavera generalizada, existe otra aún más exclusiva que se desarrolla en las noches de fiesta y bares. Luces, baile y lentejuelas, vestidos, brillo, amor y el reconocimiento de los otros frente a la propia belleza. Aquí, también hay renacimiento y reconocimiento de lo que uno es y lo que aparenta. Es el momento para dar rienda suelta a los sentimientos y recibir la admiración de otros. Esta primavera es la que anhela tener Edwin Rodríguez Buelva cuando decide mudarse de su barrio pobre para instalarse en Bogotá y convertirse en la mejor drag queen que nadie haya visto. Y lo logra, por supuesto, aunque sus métodos para llegar al éxito son bastante cuestionables.

Aunque un poco pasado de peso, Edwin, la oveja rosa de su familia, está dispuesto a obtener todo lo que desea. Apartamento y muebles los consigue con su lengua, porque es lo único que tiene, una lengua larga y buena memoria para recordar todos los chismes o inventarlos y usarlos como chantaje para vivir como merece. Nada de trabajo, él va a ser la mejor drag queen y el dinero ya saldrá de algún modo. Desde pequeño aprende a coser e imitar los vestidos de alta costura a la par que estudia mucho. Sabe de todo, pero eso no lo ayuda a tener amigos ni admiración de nadie. Es un tipo solo y anhela no estarlo.

Así es como se construye un personaje drag de quien no conocemos su nombre artístico. Sobre el supuesto de una familia de dinero y con mucha habilidad para la imitación de ropa, Edwin se abre camino a base de préstamos no pagados y mentiras propias y ajenas para logran un sitio, el mejor, en la primavera que los travestis han creado a la luz de los reflectores y la música nocturna. Las fiestas y la noche son los medios ideales para encontrar romance y, por qué no, el amor ideal, aquel que lo va a amar y va a mantener todos sus caprichos para que él pueda darse la vida que cree merecer.

Al diablo la maldita primavera, de Alonso Sánchez Baute, no sólo es la historia del surgimiento de diversidades sexuales en Bogotá en el momento en que no era aceptado ser diferente, también es la historia de cómo llegar al éxito usando el chisme, el chantaje y la manipulación. Edwin sabe que nadie desea su amistad, ni siquiera quienes comparten su preferencia sexual tienen una palabra amable, así que se decide por lo más sencillo, hablar y regar chismes verdaderos o falsos hasta lograr que hablen bien o mal de él. Y es que no le importa lo que se diga, mientras los otros tengan su nombre en la boca, será famoso y conocido.

Leer esta novela no sólo abre los ojos a la diversidad sexual, sino que muestra un lenguaje coloquial con el que es fácil identificarse y pone de manifiesto la realidad de muchos que desean fama y dinero. Muestra un mundo lleno de intriga y apariencia en el que tener el mejor amante y ser el más famoso se volverá el objetivo principal sin importar cuáles sean los medios para alcanzarlo. Una primavera superficial llena de goce y libertad para ser y amar mientras en lo oscuro, la intriga, la envidia y la falsa amistad se abre el camino hacia el éxito.