Billy Elliot

Alguna vez leí que los niños cantan antes de hablar y bailan antes de caminar. El baile es algo tan innato en el ser humano que, sin importar la cultura o la época, hay una necesidad de expresarnos corporalmente. En ocasiones, la danza nos habla de una historia o tiene finalidades religiosas; lo que sí podemos decir es que desde que apareció el ser humano en la tierra, existe la danza.

De ahí que no es de extrañar que, en un pequeño pueblo minero, con pocas oportunidades, un niño huérfano de madre —con un padre empeñado en que aprenda box y un hermano comprometido con la lucha sindical— se interese por el baile, por el ballet para ser más precisos, de una manera accidental, como ocurre con todo lo que trasciende. La profesora Wilkinson imparte clases a las niñas, de buena gana acepta a Billy y algo mágico ocurre: se da cuenta que tiene potencial para ser un profesional, proyecto que la saca de su hastío y monotonía, y hace que Billy se prepare para audicionar en la Royal Ballet School de Londres.

Billy no la tendrá fácil, deberá romper estereotipos. El ballet está reservado para otra clase social, para mujeres, en tanto que él, un niño pobre, deberá demostrar que no sólo se necesita talento para lograr lo que quiere, sino que deberá demostrar su valía y valentía, se dará cuenta que el baile implica esfuerzo, disciplina y entrega. Después de todo, como dice Joaquín Sabina, “bailar es soñar con los pies”, ningún sueño se logra dándose a medias.

Billy Elliot (2000) es ganadora de los premios BAFTA en 2001, en las categorías de Mejor Película, Mejor Actor y Mejor Actriz de Reparto, del Premio de Cine Independiente Británico en las categorías a Mejor Película Independiente Británica y Mejor Guion en 2001, reconocida como Mejor Película Extranjera en el año 2002 por parte de la Academia Japonesa. Nominada en los Globos de Oro en 2002 como Mejor Película y en la 73 Edición de los Oscar nominada en las categorías de Mejor Director, Mejor Actriz de Reparto y Mejor Guion Original.